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miércoles, 24 de marzo de 2010

CAMINO

De repente se paró y observó en silencio su alrededor.

Debía detenerse. Caminar sobre aquel hilo de lana durante tantos kilómetros la había dejado exhausta. Después de lo que imaginaba que había sido un mes de inquietante paseo, se propuso pensar hacia donde le llevaba aquel singular objeto...

Días antes, mientras veía la tele desde su butaquita preferida, Zoe observó como asomaba, por debajo de la puerta de su salita de estar, un hilillo de lana rojo. Se calzó las zapatillas y, de cuclillas, comenzó a tirar de él. Ante la sorpresa de que aquella lana jamás llegaba a su fin, abrió la puerta y se puso a caminar con el propósito de conocer la procedencia de aquella singular hebra.

De este modo, miles de horas después se había alejado tanto de su casa que, advirtió que no sabía donde estaba.

Ahora el paisaje era diferente. Desde que había abandonado su apartamento, Zoe había encontrado multitud de obstáculos físicos y mentales que, únicamente caminando sobre aquel hilo de lana, consiguió sortear.

Recordaba los largos kilómetros sobre el muro de anchura milimétrica en forma de espiral que, unas veces bajaba y otras subía, dependiendo del sonido con el que el viento chocase contra sus paredes.

También recordó al señor Mireau. Aquel pequeño y parlanchín mapache, cómico de profesión, le había acompañado durante horas por un bosque de árboles naranjas y rosas, con el único fin de entretenerle y hacerle sonreír mediante chistes, un poquito subiditos de tono, sobre girafas.

Una sonrisa asomó a su rostro, había vivido tanto gracias a aquel trozo de lana...

Se levantó y avanzó unos pasos más, estaba viendo como el paisaje cambiaba. El infinito desierto de azúcar por el que había paseado no sabía durante cuanto tiempo, estaba llegando a su término.

Ante ella encontró un mar, tenía algo especial... Estaba en calma, como un plato. Se acercó a la orilla y decidió tocarlo. ¡Era de gelatina!. Vio que el hilo de lana seguía su camino por encima de aquel singular océano. Subió sobre él y decidió continuar su camino.

No sabía lo que le depararía aquella aventura pero pensó que nunca lo averiguaría si se detenía.